"Jesús dijo a Simón: ‘No temas. Desde ahora serás pescador de hombres’.
Este texto, del evangelio de Lucas (5, 10) recoge la verdadera intención que Jesucristo tenía para sus discípulos: pescar hombres para la fe o, lo que es lo mismo, atraer hacía sí a los que en el mundo estaban.
Llegado el momento de hoy, en demostración de que la Iglesia católica ni está pasada de moda ni nada por el estilo, Benedicto XVI ha hecho una llamada que no por lógica puede resultar, para más de uno, algo extraño: los medios de comunicación actuales no pueden ser dejados de lado por la Esposa de Cristo porque son un campo donde echar las redes de las que hablaba el Hijo de Dios.
El próximo 16 de mayo celebrará la Iglesia católica la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Este año lleva el lema "El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra". Tal título ya deja las cosas bastante claras para aquellos que, como suele suceder, tienen de la Iglesia católica una imagen distorsionada por la ideología.
Por eso dice el Santo Padre, dirigiéndose a los sacerdotes, que deben "Anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (foto, vídeo, animaciones, blogs, sitios web), ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la catequesis".
Y tal forma de apostolado no sólo debe entenderse aplicado a los presbíteros sino a todos aquellos de una manera o de otra nos encontramos inmersos en transmitir la Palabra de Dios y hacer efectiva su doctrina. Es decir, a todos los que nos consideramos sus hijos y reconocemos, en la filiación divina, algo importante para nuestras vidas.
En realidad, lo que pretende Benedicto XVI es que se presente "la sabiduría religiosa del pasado como una riqueza a la que recurrir para vivir dignamente el hoy y construir adecuadamente el futuro".
Y tal es una buena forma de echar la red, pero una red que no está pasada de moda sino que, al contrario, se mueve con los tiempos.
Por eso, y en aplicación de lo dicho hasta ahora, páginas como http://www.vatican.va/, www.youtube.com/vatican, http://www.pope2you.net/, http://www.fides.org/ (Agencia misionera Fides), http://www.clerus.org/ (Para los sacerdotes) y, este año, en especial, http://www.annussacerdotalis.org/ , la página del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz (http://www.justpax.it/) o, por último, las páginas del Consejo Pontificio par las Comunicaciones Sociales ( http://www.pccs.va/ y http://www.intermirifica.net/) son manifestación de una intención meridianamente diáfana: la Iglesia católica no se quedará atrás en el uso de las nuevas tecnologías aunque sea sólo porque el Mal se adueña de muchas de ellas para hacer su trabajo.
A este respecto, decía el arzobispo Claudio María Celli, a la sazón presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, algo tan significativo como que "El Papa envía sus correos electrónicos personales. Él aprecia mucho las nuevas tecnologías. No tiene una dirección personalizada de correo electrónico, pero todos los 'email' llegan y parten del Vaticano"
De aquí que vista la importancia de la red de redes como nueva red para pescar creyentes para el reino de Dios, el Santo Padre, en el mensaje que, para el 16 de mayo próximo (Jornada de Las Comunicaciones Sociales 2010) haya dejado escrito Benedicto XVI que “En verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: "¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!" (1 Co 9,16). Así pues, con la difusión de esos medios, la responsabilidad del anuncio no solamente aumenta, sino que se hace más acuciante y reclama un compromiso más intenso y eficaz”
Por eso, la forma de anunciar el Evangelio sigue siendo, en el fondo, la misma, porque se trata de transmitir la Palabra de Dios que es, exactamente, la que salió de la inspiración del Espíritu Santo y que está escrita en las Sagradas Escrituras. Sin embargo la forma ha cambiado mucho y mucho ha de ser comprendido de este cambio.
La red de redes. Ahí está, sobre todo, el ámbito privilegiado para que la Palabra llegue a los corazones más distantes tanto en el espacio material como en el espiritual.
Por eso es una red que también pesca aunque una clase de capturas del corazón que, siendo también materiales, inundan a Dios del amor de su creación y su semejanza.
Eleuterio Fernández Guzmán
miércoles, 17 de febrero de 2010
miércoles, 3 de febrero de 2010
Jacobeo es algo más que un año
2010 - 2021 - 2027 – 2032.
Estos números son los que muestran los Años Santos Jacobeos, el de ahora mismo y el de los próximos tres. Año y Santo determinan todo un proceder que, llevado desde el corazón, muestran al mundo que la fe católica es algo más que un pasar. Al contrario, es un caminar hacia el definitivo reino de Dios.
Peregrinos por el mundo y hacia un Reino
El pasado 3 de enero, en el rezo del Ángelus, Benedicto XVI, refiriéndose a la apertura del Año Santo, dijo algo que resulta esencial para quien quiera considerarse, verdaderamente, cristiano y se sienta en camino del definitivo reino de Dios: los peregrinos están en “busca de la luz de la fe y la gracia del perdón”
Por tanto, en cierta manera, los peregrinos, y no sólo los que acuden a caminar por las diversas rutas del Camino de Santiago sino, por extensión, todo cristiano, buscamos dos realidades espirituales que nos son imprescindibles: luz de la fe y el perdón, con su gracia correspondiente.
Como luz nuestra peregrinación necesita de un faro que ilumine nuestro paso. Así, la fe en Dios es, sin duda alguna, aquello que, en la distancia eterna del definitivo reino de Dios, nos guía. Fe que arraiga en nuestro corazón cuando aceptamos la filiación divina y cuando hacemos, de ella, la mejor respuesta a nuestra relación con el Creador.
En el mismo Ángelus, dejó dicho el Santo Padre que “No faltan problemas en la iglesia y en el mundo, ni tampoco en la vida cotidiana de las familias”. No obstante, ni los problemas de la Iglesia católica ni los del mundo nos pueden hacer olvidar lo importante que es, para nosotros los creyentes, reconocernos en un camino, por el que peregrinamos y por el que deseamos pasar.
Ciertamente es un camino lleno de obstáculos que, a veces nos los ponen nuestros semejantes y a veces somos nosotros mismos los que nos los ponemos. En ambos casos es muy posible que nos desvíen, tales obstáculos, de la meta que buscamos con ansia y que no es otra que la vida eterna en el definitivo reino de Dios.
Por eso nos interesa caminar sabiendo hacia dónde vamos y, sobre todo, si queremos ir hacia dónde vamos. Son dos realidades que no podemos olvidar: qué es lo que buscamos y si, en realidad, queremos lo que buscamos.
Para esto es muy importante la fe que nos sostiene. Con ella podemos encarar los obstáculos que se nos/nos ponemos. Sin ella cualquier intento de continuar caminando deja de tener sentido y es, simplemente, imposible tal continuación.
Así, siendo peregrinos por el mundo sabemos que tenemos que transmitir al mismo que somos lo que somos, hijos de Dios y que, quiera o no la mundanidad y lo políticamente correcto vamos a continuar, pese a quien pese, hasta nuestro destino definitivo porque, como peregrinos, desde antes de haber iniciado el camino ya estamos preparados.
Entonces, bien podemos decir que Año Santo ha de ser, en realidad, días santos para cada uno de nosotros. Y así, con la consideración de nuestra vida como instrumento de Dios que nos impele a caminar desde nuestro corazón, no dejar de reconocernos en el corazón de los hermanos que han optado por cumplir con la voluntad de Dios y por no salirse del camino para buscar algún atajo que, alo mejor, les hace caer por un precipicio espiritual.
Y, para cada uno de nosotros, la fuerza que emana de saber que Quien espera es Dios, que Quien está con nosotros en cada paso es Cristo que nos acompaña (hasta el fin de los tiempos dijo que estaría con nosotros) y no nos abandona en cumplimiento de su fidelidad, fidelidad de Creador.
Por eso, ahora que Benedicto XVI ha invitado a peregrinar a Santiago de Compostela, en este especial Año Jacobeo, no deberíamos olvidar que en realidad, para cada uno de nosotros, que estamos en peregrinación hacia el definitivo reino de Dios, todo en nuestra vida es camino y que no tenemos limitadas las causas por las cuales nos consideramos peregrinos.
En cierta manera, somos, por así decirlo, unos peregrinos eternos que buscan, precisamente, la eternidad y que saben, y reconocen, que al final de este largo camino está Quien, al crearnos como su semejanza, esperaba que un día volviéramos a formar parte de Él.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)